Los traductores que trabajan con textos
científicos ya saben que esta es una de las pocas profesiones donde el mundo de
las artes y de las letras está condenado a entenderse con el mundo de la
ciencia y de la ingeniería. Seamos sinceros:
los estudiantes de bellas artes no suelen irse de copas con los de ingeniería
química. Y así sigue la vida después de la universidad. Años después, sin embargo, cuando los dos trabajan juntos
en revistas científicas, de repente se dan cuenta de que tienen que entenderse. Esto tal vez explique por qué se entiende tan poco
sobre las posibilidades del futuro de la traducción automática, y hasta la
interpretación automática, como veremos en este artículo.
Los
métodos de Monte-Carlo (para trabajar con cantidades enormes de números) se
usan desde hace mucho tiempo como una manera “bruta” de buscar soluciones
matemáticas. Un ejemplo clásico se
da tal vez con el ordenador Deep Blue y sus “caminos aleatorios” para decidir
la próxima jugada en sus famosas partidas de ajedrez contra Gary Kasparov. Sospecho que muchos científicos querían ver el
ordenador ganar al humano, sobre todo los que crearon a la bestia, pero la
mayoría de los humanos probablemente teníamos un deseo secreto de ver el humano
salir de la contienda como vencedor. De
hecho, el ruso ganó una partida y empató tres, pero perdió dos. Tan pocos resultados no son estadísticamente
significativos, pero queda claro que Kasparov, con la "desventaja" de
ser humano, era incapaz de generar miles de millones de posibles jugadas como
su rival y, sin embargo, era capaz de ganarle. ¿Cómo es
posible? Creo que la respuesta, y la analogía, se
pueden aplicar a la traducción automática.
Tomemos
como ejemplo la herramienta de traducción proporcionada por un motor de
búsqueda archiconocido. Con la cantidad
astronómica de palabras que pasan por sus servidores todos los días, esta
empresa sin duda tiene una gran cantidad de palabras con qué trabajar a través
de su software de traducción (si es que lo hace). Al
elegir la moda, es decir, la
"palabra más usada" en el Internet, la máquina elige la traducción
que considera la más probable para una palabra específica mediante la
comparación / el alineamiento de muchos textos en diferentes
idiomas. (Dicho sea de paso, si lees muy bien los
reglamentos antes de configurar una cuenta de correo con estas grandes
proveedores de servicios de Internet, entenderás por qué nunca deberías enviar
tus textos traducidos a través de ellos – puede que estés añadiéndolos a las enormes
memorias de traducción de la empresa.) Esto no
es tan distinto a lo que hacen los diccionarios más usados en el mundo cuando
realizan encuestas para ver cuántas personas usan una palabra antes de que
oficialmente sea aceptada en el diccionario. Aun así,
hay dos problemas con este método, y es aquí donde los traductores humanos, sin
duda, podemos engañar a la máquina al igual que Kasparov. La máquina tropieza con algunas excepciones a las
reglas (Kasparov hizo lo inesperado al no siempre elegir la
"mejor" jugada) y con la licencia poética. La
metáfora, por ejemplo, lo puede descarrilar.
Es
evidente que los traductores deben tener enorme cuidado al usar estas
herramientas, y siempre y únicamente como una ayuda. Por
ejemplo, después de traducir un texto puede resultar útil meter una sección (no
todo el texto) en el traductor automático para ver las palabras que elige el
ordenador; te dará algunas ideas nuevas que tal vez no te hubieran ocurrido a
ti, actuando como un diccionario de sinónimos. Pero
incluso en este caso, no debemos olvidar nunca que la moda matemática no
siempre acierta. Sólo hace falta ver
los ejemplos en la historia humana de las mayorías absolutas ganadas por
dictadores radicales en elecciones para darnos cuenta de que la mayoría a
menudo puede elegir mal debido a su ignorancia. El hecho
de que una palabra se utiliza con mayor frecuencia no significa que sea correcta;
hay que verificar las fuentes oficiales y considerar el contexto específico. También existe la amenaza del plagio: un autor científico
con una nueva patente no se va a quedar muy contento al descubrir que su secreto
celosamente guardado ahora está en la memoria de traducción de un motor de
búsqueda al alcance de todo el mundo.
Por
cierto, los ordenadores también se pueden utilizar de forma inteligente para
"generar" su propia literatura. En su
ya clásico libro Engañados por el Azar,
Nassim Nicholas Taleb habla de cómo usó el “motor de Dada” de Andrew C. Bulhak
para producir frases como esta: "Muchas
narraciones sobre el papel del escritor como observador podrán ser reveladas. Se podría decir que si la narrativa cultural se
mantiene, tenemos que elegir entre el paradigma de la dialéctica de la
narrativa y el marxismo neo-conceptual. El
análisis de Sartre de la narrativa cultural sostiene que la sociedad,
paradójicamente, tiene un valor objetivo." A lo
mejor semejantes sandeces pseudo-intelectuales te suenan si has traducido
textos de crítica de arte mal escritos. Aun así, suena humano.
Luego
tenemos la tentadora perspectiva de la interpretación automática, una
posibilidad que tal vez no sea tan descabellada como muchos todavía creen. Cada vez que hablas por teléfono, tu voz se
digitaliza antes de llegar al receptor, y esto ha sido así desde hace muchos
años. No es tu madre a quién escuchas al
teléfono; es un ordenador que la imita. Un
ordenador también puede "aprender" la voz de un ser humano individual
y reproducirla con nuevas frases propias. Alguna
escena de las películas de Terminator
ya no parece tan fantástica, ¿verdad? Esto tal
vez ya sea un truco que conoce bien James Bond o la CIA, lo cual nos lleva a
pensar que ahora se puede tomar el próximo paso. De
hecho, creo que la BBC ya casi lo está haciendo, aunque sin darse cuenta. La corporación usa el subtitulado en directo desde
hace años. Para ello, se puede
contratar a cualquiera que sepa teclear muy rápido o...usar un ordenador. Básicamente, el ordenador reconoce la voz y pone las
palabras que ha entendido en la pantalla. Por lo
que he visto, yo diría que acierta con alrededor del 90%, lo cual en mi opinión
es bastante impresionante, especialmente cuando se tiene que trabajar con
tantos acentos. Imagínate un
entrevistado en la calle en Cádiz diciendo: «Ho'tía. ¡El sol me e’tá
cegando!» La máquina podría
entender que ha dicho «¡O, tía! El sol meta segando», por
ejemplo. Sin embargo, este obstáculo también
tiene solución. Después de procesar a
miles de entrevistas en Cádiz, sólo hay que decirle al ordenador dónde
o a quién se está traduciendo para que sepa qué
acento está escuchando. Otro paso adelante
sería usar un dispositivo de GPS para informar de forma automática al ordenador
cuando se encuentra en Glasgow o en Los Ángeles, para que pueda ajustar su
reconocimiento de voz y el vocabulario según el lugar.
Así que ahí lo tenemos: nuestro intérprete de bolsillo para un futuro no tan lejano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario